Erase una vez que se era, así comienzan muchos cuentos, ésta es la historia de una niña que vivía en su imaginación, dónde la fantasía habita y los sueños son realidades sin palabras. Unas manos que transformaban imágenes oníricas en objetos que se podían tocar. Eso es lo que conservo de mi niñez, el poder de la imaginación, y una curiosidad innata, que me han llevado y me llevan a bucear por las ondulantes formas de la creatividad. De formación autodidacta, aprendiendo y aprehendiendo de todo lo que captan mis ojos y tocan mis manos. Artesana de vocación, de espíritu naïf, perfeccionista, aún sabiendo que la perfección no existe. Percibo las cosas a través de una rueda de color, de tonos suaves, ahumados por el tiempo. Diseñadora de galletas por casualidad, de esos regalos que te pone la vida por delante sin esperarlos.
“El color debe ser pensado, soñado, imaginado. Matisse”
Coleccionista de cortadores que colgaba del árbol de Navidad, recopilando recetas durante años, que guardo cuidadosamente, esperando ser cocinadas para dar magia a un día especial. Así llegaron a mi vida las galletas, al principio pequeñas catástrofes de harina azúcar y huevo, bañadas de glasas imperfectas, pruebas y errores, más pruebas y más errores, que provocaban en mi, aún más curiosidad, encendida mi imaginación a la par que mi horno, amigo, amante y compañero, trátalo así y te será fiel lo que dure una vida de horno. Reinvento en mi cocina, lo que ya está inventado, mi mente y mis manos trabajando al unísono, donde aplico todos los conocimientos almacenados en el disco duro de mi cerebro, y reconvirtiendo mi larga experiencia como pintora decorativa y diseñadora de bisutería, en crear galletas con arte.
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