Sí amigas, con los nervios de una primera cita, las mariposillas revoloteando en la barriga. Nos conocemos desde hace unos años, las circunstancias de la vida nos alejaron el uno del otro, emprendí nuevas aventuras, nuevos proyectos, sin él. Durante todo este tiempo me he preguntado cómo hubiese sido empezar esta locura juntos, acostumbrado él a mis caricias y mis mimos, acostumbrada yo a su querencia, siempre ahí, dispuesto a satisfacer todos mis caprichos culinarios.
Quedaba el feeling, hemos vuelto a reencontrarnos, al principio he de reconocer que con recelo, los años no pasan en balde, y el tiempo hace mella, ¿seguiría siéndome fiel? ¿recordaría mis manos?. Los últimos días notaba su electricidad al rozarnos – ven, ven, sigo siendo el mismo, tan fuerte, tan bello, ¡todo un clase A! -. Ay queridas ¿quién dijo que las segundas oportunidades nunca fueron buenas?. Esta mañana al levantarme, me he dicho a mi misma, este será nuestro día, a última hora de la tarde, cuando el calor se va, hemos tenido nuestro primer encuentro, como en los viejos tiempos, de nuevo el feeling, las mariposas, más mariposas que nunca…
Esta historia como todas las novelas románticas ha tenido un final feliz, y es que la relación con mi horno, mi antiguo horno es así, apasionada y entrañable y que dure, lo que dura una vida de horno.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado. ♥
Fantástica relación!! Un horno en tu vida, un buen compañero para tu camino, eres una gran diseñadora de galletas,felicidades.
Gracias por el comentario Maite, nuestro horno es el mejor aliado con el que podemos contar 😉
Tienes una gran suerte, el horno es el mejor amigo de un repostero, quizás el mío algún día me de una alegría , bueno, toca esperar o quizás no le de tiempo de dármela.
Concha directamente dale una patada en el c… no es de fíar 😉